domingo, 17 de enero de 2016
CAPITULO 6 (SEGUNDA PARTE)
Maldita sea, Pedro se sentía como si su mundo hubiera dado un vuelco de ciento ochenta grados. Se había puesto tan duro que se había sentido como si cada litro de líquido que contuviera su cuerpo se hubiera eyaculado dentro de ese condón. Pedro nunca se había resentido tanto de un condón en su vida.
Él quería correrse dentro de Paula. Quería sentir cómo acogía cada gota de semen que su verga derramaba.
Alargó la mano hasta un mechón de pelo de ella y jugó con él perezosamente mientras intentaba recuperar el control de sus derrotados sentidos. No estaba seguro de saber qué acababa de pasar ahí exactamente. Todo lo que sabía era que Paula le había cambiado completamente las reglas del juego.
Estaba tumbada sobre su pecho, entre los dos hombres.
Tenía los ojos cerrados y su pecho subía y bajaba con dificultad en busca de aire. Alejandro soltó un gemido y por fin se irguió, le dio un beso a Paula en el hombro y se retiró de su trasero para aliviar la intensa presión que tenía Pedro sobre su miembro, que aún estaba bien enterrado dentro de Paula.
Ella gimió dulcemente y Pedro inmediatamente la rodeó con sus brazos para cubrir la desnudez de su espalda ahora que Ash no estaba encima.
—Estoy muerto —dijo Alejandro—. Ha sido un día largo, y una noche larga. Os dejo a los dos y me voy a dormir a la otra habitación.
Pedro asintió, aliviado. Alejandro nunca se quedaba después. Nunca dormía con las mujeres. Se las follaba
y luego las dejaba con Pedro. Y no es que a Pedro le fuera mucho eso de acurrucarse en la cama tampoco,
pero al menos la compartía con ellas tras el sexo.
Sin embargo, no hizo ningún amago de separarse de Paula.
Le gustaba sentirla a su alrededor.
Aún estaba duro incluso después de haber tenido ese fascinante orgasmo, y también sabía que debía retirarse antes de que el condón se pinchara o rompiera debido a la presión, pero no encontraba las fuerzas para hacerlo. Al menos no todavía. Pedro quería pasar un rato más con ella en brazos, con su cuerpo lacio y calentito acurrucado tiernamente contra el suyo.
Paula se movió y Pedro la acarició y le dio un beso en la frente mientras ella se agitaba a su alrededor. Dios, lo estaba poniendo incluso más duro.
—Tengo que ocuparme del condón —dijo.
Cuando ella se levantó de encima de él, Pedro la rodeó con sus brazos y la hizo girar de manera que ahora estuviera debajo de él. Luego salió de su cuerpo lamentándose por cada centímetro de carne que estaba perdiendo de ella.
Los ojos de Paula estaban entre adormilados y confusos, casi como si no pudiera procesar del todo lo que acababa de pasar. Y con él ya eran dos. Pedro no tenía ni idea de qué era lo que había ocurrido. Podía decir con total seguridad que nunca se había sentido tan… tremendamente posesivo… con una mujer, y mucho menos con una que había conocido apenas unas horas atrás y de la que no
sabía nada.
Era una situación que remediaría inmediatamente.
En su naturaleza estaba llevar el control. Él iba y se hacía cargo de todo. Y eso era lo que quería ahora. Era su primer instinto. Dejar claras las normas e informarle a Paula que era suya y que ahora él se ocuparía de ella.
Había varios problemas que venían con ello y todos ellos le dieron vueltas y vueltas en la cabeza mientras se levantaba de la cama, se quitaba el condón y lo tiraba. No se molestó en ponerse ropa interior, sino que volvió a la cama y estrechó a Paula entre sus brazos antes de alargar la mano hasta agarrar las sábanas y la colcha para taparse los dos.
Pedro no quería asustarla y se hacía una idea bastante clara de que ella no era como las otras mujeres. Paula era diferente. Más frágil. Lo último que quería era agobiarla y asustarla.
El otro problema era… Alejandro. ¿Qué debía hacer con su mejor amigo? Un amigo con el que lo compartía todo y con el que nunca había tenido ningún problema al compartir a una mujer.
Nunca más volvería a compartir a Paula con Alejandro.
Pedro cerró los ojos y respiró su dulce olor mientras la volvía a rodear con su cuerpo y con sus manos. Maldita sea, ¿a quién estaba engañando? No era que él la estaba rodeando a ella. No, sino que él mismo se estaba rodeando de… ella.
Suspiró. Sabía que no iba a ser fácil. Iba a ser exactamente todo lo contrario. Hablaría con Alejandro por la mañana. Le haría saber a su amigo cómo se sentía y partiría de ahí. No tenía ni idea de cómo iba a responder Alejandro, esta situación no se había dado antes entre ellos. Los dos siempre estaban muy compenetrados y Pedro nunca se había tenido que preocupar de cansarse de una mujer antes que Alejandro o viceversa. O de que él deseara a una mujer que Alejandro no quisiera también. Estaban sincronizados.
Tenían un lazo que iba más allá de la amistad.
Pero ahora las cosas habían cambiado bastante. Alejandro era su amigo. Su hermano. Igual de cercano que Melisa. Y aun así, por primera vez, Pedro quería quitarlo de en medio.
No quería nada de Alejandro en lo referente a Paula. Y eso estaba mal. Él sabía que estaba mal. Pero no cambiaba nada.
Él solo esperaba que Alejandro lo entendiera. Tenía que entenderlo.
Bajó la mirada hasta Paula ya que sabía que había estado muy callado. No le había dicho nada desde que Alejandro se había ido, solo que tenía que ocuparse del condón. Que no era nada exactamente romántico.
A la mierda. ¿Ahora se preocupaba por ser romántico?
No se debería haber preocupado. Paula estaba profundamente dormida, con las pestañas descansando suavemente sobre sus mejillas. A Pedro se le cortó la respiración al ver lo guapa y lo vulnerable que estaba. De repente se apoderó de él una fiera actitud protectora que desafiaba toda lógica.
Sea lo que sea que hubiera entre ellos, no iba a desaparecer. Estaba ahí, era tangible y sólido.
Ahora solo tenía que averiguar cómo lidiar con todo, porque cuando la mañana llegara, Pedro no iba a dejarla ir.
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