sábado, 13 de febrero de 2016

CAPITULO FINAL (TERCERA PARTE)




—No me puedo creer que hayas hecho esto por mí —dijo Paula impresionada mientras se quedaba mirando el salón del hotel Bentley atiborrado de gente.


Pedro le puso un brazo alrededor de su cintura y la apretó firmemente contra él.


—Yo no hice nada, nena. Eres tú. Les encanta tu talento. Vas a venderlos todos en la primera media hora. Una guerra de pujas ha empezado por tu serie erótica.


Paula miró la gran variedad de gente que estaba admirando su trabajo mientras bebía un champán muy caro. Todo el mundo estaba aquí. El alcalde, las autoridades. ¡Y había celebridades por todas partes! Estaba impresionada por los nombres de algunas personas que habían asistido. ¡Y estaban aquí por sus cuadros!


Volvió a alzar la mirada hacia Pedro y se pegó más contra él.


—¿Te molesta que estén viendo esos autorretratos eróticos? Sé que no te gustaba que los enseñara y que querías ser el único que los viera.


Él sonrió y depositó un beso sobre sus labios.


—Yo tengo a la de verdad. ¿Para qué necesito los cuadros? Ellos solo podrán imaginarse lo que no pueden ver en esas pinturas, pero yo sí que puedo verlo y tocarlo cada noche. Eso sí que me pertenece solo a mí. Nadie más lo tendrá.


Paula le correspondió la sonrisa. Estaba encantada con su respuesta.


—Eso sí, si alguna vez haces algo más revelador, entonces sí que los voy a comprar yo. No me importa lo que digas. Nadie excepto yo te verá completamente desnuda.


Ella sonrió y le dio un codazo en las costillas.


—No te preocupes. Eso es todo a lo que voy a llegar en lo que a desnudos se refiere.


—Gracias a Dios —murmuró—. No quiero tener que patear los traseros de todos los tíos que babeen contigo pintada en un cuadro.


—Oh, mira, ¡ahí están las chicas! —exclamó Paula separándose de Pedro para ir a saludarlas.


—¡Paula! —gritó Belen mientras envolvía a Paula en un enorme abrazo—. ¡Eres famosa! ¿Has visto toda la gente que está perdiendo la cabeza por tus cuadros?


Paula le correspondió al abrazo y sonrió a Sergio, que se había quedado con cariño junto a Belen mientras esta atacaba a Paula.


Melisa y Vanesa empujaron a Gabriel y a Juan en el momento en que Belen soltó a Paula y la abrazaron con fuerza.


—¡Ay, Dios, estáis preciosas! —dijo Paula admirando los vestidos de noche que ambas llevaban—. ¡Y los zapatos! —Su voz bajó hasta ser un susurro—. ¡Ya sé lo que vais a hacer más tarde!


Todas se rieron y luego Melisa dijo:
—¡Eh, dónde está el champán! ¡Tenemos que empezar a beber!


Los hombres gimieron, pero no hubo ni uno solo al que no le brillaran los ojos con petulancia. Sí, ellos también sabían lo que obtendrían más tarde. Paula esperaba tener luego su propia fiesta privada con Pedro entre las sábanas.


Había sido extremadamente tierno y paciente con ella durante su recuperación. Ella había tenido que atacarlo a él al final porque se había negado a tocarla, y mucho menos a tener sexo con ella, hasta que no tuviera la certeza absoluta de que estaba curada. Y aun así, no había hecho más que hacerle el amor con dulzura y exquisitez. No es que ella se quejara, pero se moría de ganas por volver a retomar una relación sexual normal con su hombre dominante.


Paula podía ver en sus ojos el deseo de no recordarle lo que había pasado. Había sido extremadamente cuidadoso, y había estado muy preocupado porque de alguna manera ella lo relacionara a él con la agresión que había sufrido. Pero ella adoraba esa fina línea entre el dolor y el placer, entre lo que era demasiado y no suficiente. Lo quería de nuevo. 


Quería que perdiera el control que tenía tan amarrado y que desencadenara sus oscuros deseos en ambos.


Se estremeció de solo pensar en ello. Esta noche. Esta noche no le iba a dar más opción. Quería todo lo que él pudiera darle. Quería sentir el contacto del cuero contra la piel de su trasero. Quería que la atara y le hiciera lo que quisiera. ¡Quería que Pedro volviera!


—Os voy a robar a Paula y la voy a llevar por todo el salón. Quiero presentarle a varias personas. Bebed. Nosotros volveremos en unos minutos —dijo Pedro.


Las chicas los despidieron con la mano y se giraron hacia sus propios hombres, que estaban más que contentos de volver a tener su total atención.Pedro la guio a través de la multitud, parándose de vez en cuando para presentarle a gente a la que apenas pudo soltarle un hola sin tartamudear.


No sabía qué decirles a todas esas personas que hablaban efusivamente de su trabajo. Nunca hubiera soñado con que nadie estuviera tan emocionado por sus pinturas. Y tenía que darle las gracias Pedro por eso.


—Gracias —susurró, deslizando un brazo por alrededor de su cintura mientras se alejaban del gentío—. ¡Esta es la noche más increíble de mi vida!


—Me alegro de que la estés disfrutando, cariño. Esta es tu noche, para que brilles. Pero no te preocupes porque habrá muchas más. A juzgar por lo rápido que se han vendido tus cuadros, vas a estar muy solicitada. Puede que me arrepienta de haberte hecho esto porque te pasarás todo el tiempo pintando y te olvidarás de mí.


Ella se rio y lo abrazó con más fuerza.


—No hay posibilidad de que eso pase. Tú siempre estarás primero, Pedro.

Él la besó lentamente y con parsimonia durante un rato; no le importaba la gente que había en el atestado salón. Paula suspiró de absoluta felicidad. Habían pasado muchas cosas en los últimos dos meses. Le habían dado el alta en el hospital tras haber tenido que quedarse ingresada durante casi dos semanas. La policía la interrogó a ella y a Pedro, esta vez con un abogado presente. También interrogó a
Gabriel y a Juan e investigó toda la vida de Pedro, sin dejarse ni un solo detalle. Pero no había nada que pudieran encontrar.


Luego centraron su atención en las gestiones del negocio de Charles Willis y fue allí donde parecieron encontrar la mina de oro. Había robado a numerosas personas, desfalcado dinero y abierto cuentas falsas. Había cobrado por trabajos que nunca hizo, y descubrieron al menos tres cuentas
bancarias en el extranjero con millones de dólares de dinero robado.


Lo peor era la gente a la que le había robado. No eran exactamente los legítimos hombres de negocios que Pedro y sus socios sí eran. No eran la clase de gente a la que se robaba porque, como lo descubrieran, el tiempo que fuera a pasar en la cárcel no era precisamente por lo que habría que
preocuparse. Tal y como Charles había descubierto demasiado tarde. Incluso tenía relación con la mafia. Paula no se había creído que la mafia aún siguiera existiendo fuera de películas y libros.


La policía investigó a un hombre en particular, convencida de que estaba detrás del asesinato de Charles, pero se frustró por su incapacidad de encontrar pruebas contra él. Como resultado, el caso seguía abierto, pero Pedro ya no era sospechoso.


Paula había empezado a respirar con mucha más tranquilidad cuando la policía retrocedió. Sabía que Pedro no había estado directamente detrás de la muerte de Charles, pero sí que había estado involucrado hasta cierto límite. Pero tal y como le había prometido aquel día en el hospital, no volvieron a hablar de ello otra vez, y ella no le preguntó tampoco.


Quizás eso la convertía en una mujer tan gris y turbia como él se consideraba a sí mismo, pero Paula no podía sentir ninguna clase de remordimiento por la muerte de Charles. Había hecho daño a un montón de gente, y ella misma podría haber muerto por la paliza que recibió. Estaba preparada para seguir con su vida. Con Pedro.


—Tengo algo que preguntarte, nena —murmuró Pedro junto a su oído.


Ella levantó la mirada, curiosa por saber por qué tan de repente estaba tan serio.


—Juan y Vanesa me han preguntado si queremos casarnos con ellos. Hacer una boda doble. Les he dicho que lo hablaría contigo. Es algo que les gustaría mucho hacer. Juan es impaciente y quiere que la boda sea pronto, pero no quiero que lo hagamos con ellos si quieres o necesitas más tiempo. Si tú quieres tu propio gran día separado del de ellos, lo entiendo. Quiero que sea especial para ti.


—¿Y tú que opinas? —preguntó Paula suavemente—. ¿Tú qué quieres?


Pedro sonrió.


—Todo lo que quiero es a ti. Lo demás no me importa. Me da igual dónde sea, o cuándo, aunque no quiero tener que esperar mucho. Quiero que tengas mi apellido, quiero saber que legalmente eres mía. Cómo lo hagamos, no me importa.


—Creo que sería muy especial compartir una boda con Juan y Vanesa —murmuró—. Él es tu mejor amigo y yo adoro a Vanesa. ¡Hagámoslo!


—¿Te parece bien casarnos tan pronto? —preguntó Pedro—. Juan quiere que sea lo antes posible. Ha pensado en ir a la playa en algún sitio. Quizás Bora-Bora y luego casarse en la arena.


—Eso suena muy romántico —suspiró—. A mí tampoco me importa cuándo o dónde,Pedro. Solo quiero estar casada contigo. Todo lo demás son detalles sin importancia.


Pedro la besó otra vez.


—Entonces vayamos a decírselo. Tenemos que celebrarlo.


Paula enlazó el brazo con el suyo mientras se encaminaban hacia donde sus amigos se hallaban, todos juntos, al otro lado del salón. Sus amigos. No solo los de Pedro. Todos ellos eran también sus propios amigos y eso le llenaba el corazón de alegría.


Belen estaba coladita por Sergio. Ya se había mudado a Las Vegas con él, pero visitaban la ciudad a menudo. Paula se alegraba de que Pedro tuviera al menos a su hermana. El resto de su familia lo dejó en paz después de que llamara a su abuelo. Él aún no sabía lo que el viejo iba a hacer con su
testamento, pero Pedro hizo lo que había prometido y se había lavado las manos de todos ellos.


Pero Belen y él ahora eran cercanos y ella pasaba mucho tiempo con Paula y con su hermano.


Sin embargo, su verdadera familia estaba a tan solo unos metros de distancia. Gabriel, Juan, Melisa, Vanesa. Y la de ella también.


Todos soltaron gritos de alegría cuando Pedro anunció que él y Paula se casarían con Juan y Vanesa.


Luego el champán pasó de mano en mano otra vez.


—Espero que vengáis también a mi boda con Belen —interrumpió Sergio con una sonrisa engreída —. La he convencido precisamente hoy.


Belen levantó la mano en la que lucía un enorme anillo de diamante de compromiso del que Paula no se había percatado hasta ahora. Su cara irradiaba felicidad y sus ojos brillaban con fuerza.


—Un brindis doble, entonces —dijo Pedro levantando su vaso—. Por Paula y su éxito. Y por Belen y Sergio.


Todo el mundo levantó sus copas y brindaron con entusiasmo antes de beberse el champán.


—Por las amigas —dijo Melisa, levantando su vaso en dirección a Paula, Vnaesa y Belen.


—¡Brindaré por eso! —exclamó Vanesa.


—Y este es para que les regalemos muchas más noches de chicas a los hombres —dijo Paula con una sonrisa.


—Yo sí que brindaré por eso —dijo Pedro.


—Yo también —se incluyó Juan


—Y yo —dijo Gabriel, sonriendo.


—Yo traeré a Belen para la ocasión, por supuesto —dijo Sergio con los ojos titilando de diversión.


Paula tiró de Belen y Vanesa para ponerlas a su lado, abrazándolas mientras Melisa se deslizaba junto a Vanesa. 


Todas levantaron sus copas.


—¡Por las noches de chicas! —corearon al unísono.






2 comentarios:

  1. Muy bueno el final!!!! Hay epílogo? Me encantaría leer esa boda doble y la vida de casados de todos!

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  2. Espectacular historia, un final hermoso!!!!!!!!!

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