lunes, 18 de enero de 2016
CAPITULO 10 (SEGUNDA PARTE)
Pedro estaba sentado en su oficina mirando pensativo la pila de documentos que tenía frente a él.
Habían pasado dos semanas desde que Paula se le había escapado de las manos y no estaba ni un poquito más cerca de encontrarla ahora de lo que había estado aquella primera mañana, y no era por falta de insistencia por su parte.
El trabajo lo sufría también. La mayoría de los empleados lo evitaba. Incluso Gabriel y Alejandro habían estado manteniendo las distancias. Menos mal que Melisa estaba tan inmersa en sus planes de boda que parecía ignorar la preocupación y el mal humor de Pedro.
Faltaba apenas una semana para la Navidad y no podía soportar que Paula estuviera fuera sola, con ese frío, sin cama y sin comida. Sin absolutamente nada.
Cerró una mano en un puño y estuvo tentado de hacer un agujero en su mesa con los nudillos.
La puerta se abrió. Pedro se preparó para gruñir que lo dejaran en paz a quien fuera que hubiera invadido su privacidad pero luego vio que se trataba de Alejandro, y algo en la expresión de su amigo lo hizo retraerse.
Alejandro era… bueno, el típico Alejandro. Irreverente. No le importaba nada. Y apenas se ponía serio. Hoy, sin embargo, sí que parecía… serio. Como si tuviera algo que le estuviera rondando la mente.
—Joder, ¿te está acosando tu familia para las Navidades? —gruñó Pedro.
Solo había en realidad una cosa que pudiera metérsele a Alejandro bajo la piel. Su familia. Alejandro pasaba la mayor parte del tiempo —y las vacaciones— con Pedro y Melisa.
Se la habían llevado al Caribe el Día de Acción de Gracias apenas unas semanas atrás para ayudarla a recomponer su corazón roto cuando Gabriel la había echado de su vida —y menos mal que ese rechazo había sido corto— pero era verdad que Alejandro pasaba más tiempo con Gabriel, Pedro y Melisa que con su propia familia.
—Hay algo que deberías ver —dijo Alejandro en un tono de voz bajo y serio que no era muy típico de él.
La señal de alarma se le encendió en la cabeza y bajó por toda la espina dorsal de Pedro.
—¿Pasa algo con Melisa y Gabriel? —preguntó más como una orden. Mataría al imbécil si volvía a romper el corazón de Melisa otra vez.
Alejandro arrojó una carpeta encima de la mesa de Pedro.
—Probablemente te enfades conmigo por esto, pero soy tu amigo y esto es lo que los amigos hacen. Tú harías lo mismo por mí.
Pedro entrecerró los ojos.
—¿De qué cojones estás hablando, Alejandro?
—Mientras te has pasado las últimas dos semanas buscando a Paula Chaves, yo he estado buscando información sobre ella. Tienes que parar, tío. Aléjate ahora. No te conviene.
El calor recorrió sus venas mientras se quedaba mirando a Alejandro.
—Voy a hacer como que no has dicho que debería olvidarme de una mujer sin techo a la que nos hemos follado. Una mujer de la que claramente nos hemos aprovechado, sabiéndolo por entonces o no. Una mujer que no tiene un lugar donde dormir, ni comida, ni siquiera un maldito abrigo para mantenerla caliente.
Alejandro levantó una mano.
—Solo lee el informe, Pedro.
—¿Y por qué no me dices tú por qué no me conviene? —rebatió Pedro con acidez.
Alejandro suspiró.
—Tiene antecedentes por posesión de drogas. No ha tenido un trabajo estable. Jamás. Ha estado en centros de acogida la mayor parte de su vida. Se graduó en el instituto pero nunca fue a la universidad.
Pedro apretó la mandíbula mientras miraba la carpeta que tenía sobre la mesa. Luego levantó la mirada hasta Alejandro, que lo estaba mirando fijamente.
—¿Y no crees que esas son muy buenas razones por las que debería ayudarla ahora?
—Si solo fueras a ayudarla, sí —dijo Alejandro—. Pero tanto tú como yo sabemos muy bien que no solo la vas a ayudar. Estás terriblemente obsesionado con ella, Pedro. Nunca te he visto así. Necesitas volver a la puta realidad. Nos la tiramos, sí. Nos hemos tirado a muchas mujeres. No estoy muy seguro de qué es lo que tiene esta tía para que te llame tanto la atención.
Pedro se puso de pie, listo para arrancarle la cabeza a su amigo, justo cuando su teléfono móvil sonó. Lo sacó y comprobó el número, pero no le era familiar y tampoco estaba en su agenda de contactos. Normalmente lo hubiera ignorado, pero no lo había hecho desde que estaba buscando a Paula.
—Pedro Alfonso—dijo simplemente, aun fulminando a Alejandro con la mirada.
—Señor Alfonso, soy Kate, del centro de acogida de mujeres de Saint Anthony.
El pulso de Pedro se aceleró y volvió a hundirse en su silla a la vez que ignoraba a Alejandro.
—Sí, señora Stover, ¿cómo está?
—Está aquí —soltó Kate abruptamente—. Acaba de llegar. Está… herida.
El estómago se le encogió y el miedo lo cogió por sus partes bajas.
—¿Qué? ¿Qué ha ocurrido?
—No lo sé. Como le he dicho, acaba de llegar. La tengo sentada y le estoy preparando una taza de chocolate caliente ahora mismo. No tiene buen aspecto, señor Alfonso. Está claramente asustada y agotada y, como le he dicho, está herida.
—Reténgala ahí si es necesario —gruñó Pedro—. No me importa lo que tenga que hacer. Pero por nada del mundo permita que se vaya hasta que yo llegue.
Pedro volvió a guardar el teléfono móvil en el bolsillo y se levantó de la silla. Mientras pasaba al lado de Alejandro, la mano de su amigo se alzó y lo agarró del brazo.
—¿Qué haces, tío? ¿Qué narices pasa?
Pedro dio un tirón del brazo y se soltó del agarre de Alejandro.
—Voy a buscar a Paula. Está herida.
Alejandro blasfemó y sacudió la cabeza.
—Es una mala idea.
Pedro salió de la oficina y se adentró en el pasillo. Podía oír a Alejandro seguirlo corriendo a sus espaldas mientras se acercaba al ascensor.
—Voy contigo —informó Alejandro con voz seria.
Pedro se subió al ascensor y cuando Alejandro fue a seguirlo, Pedro sacó el brazo y bloqueó a su amigo.
Con la otra mano presionó el botón de la planta baja y luego empujó a Alejandro hacia fuera.
—Mantente fuera de esto, Alejandro —le advirtió Pedro con suavidad—. No te incumbe.
Las fosas nasales de Alejandro se extendieron y sus ojos brillaron por un momento. Pedro sabía que era un comentario de muy mal gusto, pero Alejandro había estado comportándose así también.
—Sí, tienes razón. Tú no me incumbes —soltó Alejandro con bastante sarcasmo en la voz.
Este se alejó del ascensor y dejó que las puertas se cerraran. Tenía los labios apretados en una fina línea mientras Pedro desaparecía de su vista.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Ayyyyyyyyyyyy, ya quiero leer los siguiente caps. Cada vez más linda esta historia.
ResponderEliminarLa encontró!!! Me tiene re atrapada esta novela!!!
ResponderEliminar