jueves, 4 de febrero de 2016
CAPITULO 20 (TERCERA PARTE)
Pedro se echó hacia atrás y se puso de pie. Luego extendió la mano hacia abajo para ayudarla a levantarse. Tras coger uno de los cojines del sofá, lo tiró en el suelo y luego la urgió a que se arrodillara sobre él.
Se llevó una mano a la bragueta para desabrochar el botón y luego bajar la cremallera. Se metió la mano bajo el pantalón y liberó su rígida erección de los confines de su ropa interior para envolvérsela con el puño y acercarla a la boca de Paula.
—Lámela —dijo con un chirrido—. Juega con el glande y luego chúpala hasta tenerla bien adentro en tu garganta.
Ella sacó la lengua y rodeó la ancha cabeza con ella antes de entretenerse con la sensible piel de la parte inferior. Le encantaba la forma en que Pedro siseaba para coger aire y la forma en que luego dejaba escapar el aire entre los dientes en reacción a sus caricias.
Enterró los dedos en su pelo y tiró de los mechones antes de que los nudillos descansaran contra su cuero cabelludo. La tenía agarrada con fuerza, y eso a Paula le gustaba. La otra mano la tenía colocada bajo su mentón, abriéndole la boca mientras él empujaba sus caderas hacia delante y se introducía en su garganta.
Sus movimientos no eran suaves, tal y como la tenía agarrada del pelo, y eso a ella le encantó también. Le encantaba todo ese poder primitivo que apenas escondía bajo su fachada. Era como un león a punto de atacar. Un macho predador y excitante.
Paula se alzó un poco para poder tomarlo en la boca más profundamente. Lo quería más adentro.
Quería saborearlo, le encantaba la forma en que tomaba las riendas, el hecho de que no tenía ningún poder a excepción del que él quisiera darle.
—Dios —dijo en voz baja—. No he sentido nunca nada tan placentero como tu boca alrededor de mi polla, nena.
Ella se estremeció de placer al escuchar sus palabras. Los pezones se le endurecieron y se convirtieron en dos botones rígidos y enhiestos. Jadeó cuando Pedro extendió las dos manos y agarró ambos pezones entre sus dedos, retorciéndolos suavemente y ejerciendo la presión justa para volverla loca sin causarle ningún daño.
Paula lo lamió sin ninguna prisa desde la base hasta la punta, dejando que la cabeza descansara peligrosamente sobre sus labios antes de volver a tomarlo entero en la boca hasta que la barbilla tocara la piel de sus testículos. Tragó saliva, lo que logró que la cabeza del miembro de Pedro quedara exprimida en la parte posterior de su garganta. Pedro gimió, recompensándole el esfuerzo con una sacudida y pellizcándole los pechos con más agresividad, lo cual consiguió que ella gimiera también.
—Te he imaginado de tantas maneras —dijo Pedro con una voz forzada—. Atada, con el culo en pompa, con mis marcas en la piel. A cuatro patas, penetrándote desde atrás tanto el culo como el coño. Encima de mí, cabalgándome. Yo comiéndote toda mientras tú me chupas la polla. Todo lo que te venga a la cabeza lo he imaginado.
Paula se estremeció, el cuerpo le tembló casi con violencia al mismo tiempo que las imágenes mentales que él había provocado se instalaban en su mente.
—No siempre voy a ser así de fácil de complacer, nena —murmuró—. Es difícil contenerse, pero no quiero que vayamos demasiado rápido.
Ella apartó la boca de su miembro y alzó la mirada hacia él mientras le rodeaba la erección con los dedos.
—No quiero que seas fácil, Pedro. Esa no es la razón por la que estoy contigo. Quiero lo que puedes darme. Lo necesito.
Pedro le rodeó el rostro con las manos y bajó la mirada, la expresión en su semblante era tierna.
—Me encanta que quieras eso de mí, Paula. Solo quiero asegurarme de que estás preparada para ello. Has pasado por mucho y los últimos días han sido frenéticos y estresantes para ti.
—Es verdad —coincidió—. ¿Pero sabes que hoy ha sido el mejor día? El primer día en más tiempo del que puedo recordar donde he sido completamente feliz. Sí, Pedro. Por ti. Porque estaba aquí.
Me senté en el salón a pintar y todo en lo que podía pensar era en lo contenta que estaba de estar aquí, trabajando, deseando con ansia que llegara el momento en que me llamaras y me dijeras que venías de camino a casa.
Los ojos de Pedro se suavizaron y el verde en ellos se derritió y se convirtió en un color casi eléctrico.
—Me quitas la respiración.
—Y ahora —dijo balanceándose sobre los talones y colocando la boca en la posición correcta para volver a acogerlo en la garganta—, ¿cuándo pasamos a la parte de las perversiones?
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Muy buenos los 3 caps. Me encanta esta historia.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! están en la misma sintonía los 2! se van dando las cosas fáciles... hasta ahora!
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