viernes, 12 de febrero de 2016
CAPITULO 46 (TERCERA PARTE)
Paula se las arregló para sentarse en la cama con la ayuda de varias almohadas, que no era poco, considerando el dolor intenso que sentía en las costillas. Pero tras varios días, haberla pasado a una unidad menos crítica y finalmente a planta, ya podía sentarse y moverse un poco. Y lo más
importante, ¡podía comer!
No es que le hubieran traído comida de verdad, o remotamente deliciosa, pero había estado tan hambrienta que se había lanzado sobre el pudin y la gelatina como si fuera maná del cielo.
Pedro había ido a por Gabriel, Juan, Melisa, Vanesa, e incluso Belen, para traerlos hasta la habitación.
Se sentía extremadamente acomplejada por el aspecto tan horrible que tenía, pero tenía tantas ganas de tener compañía, que le daba igual. Ni todo el maquillaje del mundo podría arreglar su apariencia, pero con suerte los moratones se curarían rápido.
Algunos ya habían cambiado el color morado, casi negro, por el verde y amarillo. No quería ni saber el aspecto que tendría el resto de su cuerpo. Había evitado mirarse cuando Pedro la había ayudado a ducharse.
La puerta se abrió y Paula levantó la mirada con ansia mientras todos comenzaban a entrar por la puerta. Pedro iba el primero, y justo detrás de él estaban Melisa, Vanesa y Belen. Se acercaron a la cama, le dieron pequeños abrazos y exclamaron lo mucho mejor que se la veía. Eran unas completas mentirosas, pero las quería por ello.
Para su sorpresa, Sergio Wellington entró con Gabriel y Juan. Paula arqueó una ceja en la dirección de Belen, y esta se ruborizó como una adolescente a la que hubieran pillado liándose con el quarterback del instituto.
—Ha insistido en venir —susurró Belen—. No me ha dejado sola desde que todo esto ocurrió.
—Exactamente —gruñó Sergio—. No voy a dejar que un gilipollas se acerque a ti y te haga daño. Ya es bastante malo que lo haya conseguido con Paula.
—Suena muy posesivo —le susurró Paula a Belen—. ¿Significa eso que todo va viento en popa?
Los ojos de Belen brillaron y ella asintió con vigor.
—Oh, sí. Totalmente.
Paula le dio un apretón a su mano con los dedos que no estaban escayolados.
—Me alegro.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Melisa ansiosa.
—Mejor —dijo Paula.
Al ver la mirada escéptica de Pedro, ella se ruborizó.
—De acuerdo. No me siento de maravilla, pero sí que estoy mejor. Ya me puedo sentar sin sentir como si mi pecho estuviera ardiendo. Y puedo respirar con normalidad otra vez. Me han quitado el oxígeno esta mañana.
—¡Eso es maravilloso, Paula! —exclamó Vanesa—. Hemos estado muy preocupados por ti.
—¿Cómo estáis vosotras? —preguntó Paula en voz baja. Pero la pregunta estuvo dirigida principalmente a Melisa. Pedro le había contado todo lo acontecido entre Melisa y Charles Willis.
—Estamos bien —dijo Melisa, pero sus ojos aún se veían torturados—. Aún sigo sintiendo que es todo por mi culpa. Yo soy la que lo enfadó.
Paula negó con la cabeza y se encogió debido al dolor que eso le causó.
—Es un imbécil, Melisa. No tienes que culparte por sus actos.
—Muy cierto —gruñó Pedro.
—Yo odio tener el mismo apellido que él —dijo Vanesa haciendo una mueca de desagrado—. ¡No quiero que nadie piense que estamos relacionados!
Melisa puso los ojos en blanco.
—Vaya, como que Willis no es un apellido común, qué va.
—No te tendrás que preocupar por eso dentro de poco, nena —dijo Juan con la satisfacción escrita en su cara—. Tu apellido pronto será Crestwell.
Vanesa se ruborizó de felicidad y automáticamente bajó la mirada hasta el anillo que descansaba en su mano izquierda. Y era un anillo precioso. Tenía un diamante enorme, que quedaba espectacular.
Era increíblemente caro y le iba a la perfección.
—Hablando de eso, ¿habéis decidido ya una fecha? —preguntó Paula.
Juan pareció entristecerse y Vanesa se rio.
—Estamos en ello. No voy a planear nada hasta que estés plenamente recuperada y puedas acompañarme a la boda.
A Paula se le derritió el corazón. Sonrió de oreja a oreja para hacerle saber lo mucho que apreciaba ese gesto.
—No me lo perdería por nada del mundo —dijo—. Aunque estuviera escayolada. ¡No me esperéis a mí! No quiero retrasar vuestro gran día.
—No sería lo mismo sin ti —dijo Vanesa, poniendo una mano sobre la de Paula—. Quiero que estés allí. ¡Y Belen también! Todas las chicas estarán allí. Caro me ha prometido que vendrá aunque tenga que volar desde Las Vegas.
Sergio se aclaró la garganta.
—Eso no será un problema. Si Belen y yo estamos en Las Vegas para entonces, volaremos en mi jet y traeremos a Brandon y a Caro con nosotros.
Paula abrió los ojos como platos y desvió su mirada hasta Belen.
—¿Te vas a Las Vegas con él?
—Sí —se adelantó Sergio antes de que Belen pudiera responder.
Pedro entrecerró los ojos pero permaneció en silencio. Paula no tenía ninguna duda de que hablaría de esto con su hermana. Y con Sergio también.
—Gracias —le dijo Vanesa a Sergio agachando la cabeza con timidez—. Significa mucho para mí que te asegures de que puedan venir.
—No me lo perdería —dijo Sergio con una sonrisa dibujada en su robusto rostro—. Quizás el veros casaros a vosotros persuada a Belen para dar el gran paso otra vez. Su exmarido fue un imbécil por dejarla ir, pero yo no cometeré el mismo error.
Guau. ¡El tío iba rápido! Paula le envió otra mirada a Belen y vio que el rostro de la mujer estaba lleno de consternación. Parecía que, aunque Sergio quería moverse rápido, Belen no estaba del todo segura todavía. Sin embargo, ella apostaba por Sergio. Le había dado la sensación de que era un hombre bastante decidido cuando quería algo. Tal y como eran los otros hombres que se encontraban en la habitación.
—Supongo que no habréis traído comida, ¿verdad? —preguntó Paula, esperanzada—. Estoy famélica y todo lo que me dan es líquido, lo cual significa mucho caldo de pollo y gelatina.
Pedro le lanzó una mirada recriminadora.
—Nada de comida de verdad todavía, nena. No hasta mañana, e incluso entonces empezarás poco a poco.
Ella suspiró.
—Tenía que intentarlo. A lo mejor las chicas me dan algo a escondidas cuando vosotros no estéis mirando.
Mientras lo decía, las miró de un modo suplicante que hizo que todos comenzaran a reírse.
—Estamos en ello —dijo Melisa con firmeza, fulminando a Pedro con la mirada.
Pedro sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco.
—Recordad que tenéis que pasar por encima de mí primero.
—Tendrás que dormir alguna vez —dijo Vanesa en voz baja—. Si el olor a comida te despierta por casualidad, estoy segura de que provendrá de la habitación de al lado.
Todos se rieron y Paula sintió cómo el pecho se le aligeraba.
Las cosas irían bien. Ella superaría esto. El médico incluso le había dicho que podría irse a casa en un día o dos si seguía mejorando como hasta ahora. Tras haber estado tantos días en el hospital, estaba que se subía por las paredes.
No había podido salir de la cama excepto para ducharse o ir al baño. Se moría por ponerse en pie y estirarse. Cualquier cosa excepto estar tumbada en esta cama durante todo el día.
Hablaron más, se rieron, soltaron bromas y charlaron hasta que Paula comenzó a bostezar porque el cansancio se estaba apoderando de ella. Pedro se dio cuenta y les mandó a los otros una mirada no muy sutil. Ellos pillaron la indirecta de inmediato y anunciaron que se iban.
Se agruparon alrededor de la cama de Paula para darle leves abrazos y besos. Incluso Sergio le dio un beso en la mejilla antes de retroceder para pegar a Belen contra su costado.
—Odio que os tengáis que ir tan pronto —dijo Paula con tristeza—. Me aburre como una ostra estar tumbada en la cama todo el día. ¡Estoy a punto de subirme por las paredes!
—Volveremos pronto —prometió Melisa—. ¡Y te traeremos comida!
Melisa le envió a Pedro otra mirada de advertencia mientras decía esto último.
—¡Lo esperaré con ansia! —dijo Paula.
Pedro se inclinó y la besó suavemente en la boca.
—Voy a acompañarlos hasta fuera, cariño. Pero volveré enseguida, ¿de acuerdo? ¿Quieres que te traiga algo caliente para beber? El médico dijo que podías tomar café o chocolate caliente.
—Oh, eso suena divino —suspiró Paula—. Un café sería perfecto. ¿Me lo puedes traer con leche?
Pedro sonrió.
—Lo que sea por ti. Veré qué puedo hacer.
—Lo que sea menos comida, querrás decir —gruñó Paula.
Él la acarició por un lado de la cabeza y le dio una palmadita cariñosa.
—Lo que sea menos comida.
Ella lo echó con la mano y se volvió a recostar contra las almohadas, combándose peligrosamente hacia un lado. La visita la había agotado. A lo mejor no se había recuperado tanto como a ella le gustaría creer. Pero se alegraba de que hubieran venido todos.
Todos salieron por la puerta, pero Pedro se giró y le envió una mirada llena de amor que hizo que se le cortara la respiración. Luego se volvió a girar y cerró la puerta silenciosamente a su espalda.
Paula suspiró y cerró los ojos, aprovechando el momento para descansar. Se había empezado a quedar dormida cuando oyó que la puerta se abría. No había podido dormir tanto. A Pedro no le habría dado tiempo a bajar con sus amigos, conseguirle el café y luego volver.
Dos hombres vestidos con traje de chaqueta aparecieron en la puerta y ella los reconoció como los detectives de policía que la habían interrogado tras haber sido hospitalizada. No recordaba mucho de la conversación. Ella había estado adormilada, dolorida y dopada por los calmantes. Pero a lo mejor habían arrestado a Charles. Esta vez había hecho lo que debería haber hecho cuando Martin la agredió. Había presentado cargos. Quería que Charles fuera a la cárcel por lo que había hecho porque estaba aterrorizada por lo que Ash podría llegar a hacerle.
—Señorita Chaves, nos gustaría hacerle unas preguntas, si no le importa. ¿Recuerda a mi compañero, Clinton? Yo soy el detective Starks. La última vez que nos vimos fue justo después de ser agredida. No estoy seguro de lo mucho que recordará.
—Le recuerdo, detective Starks. Y no, no me importa. ¿Lo han arrestado ya?
—Eso era lo que queríamos hablar con usted —dijo Starks con un tono neutro.
La expresión en sus rostros puso a Paula de inmediato en guardia. Los miró a ambos de forma intermitente, intentando averiguar qué era lo que pasaba.
—Charles Willis fue encontrado brutalmente asesinado esta mañana —soltó Starks sin rodeos—. Nos gustaría saber quién lo mató.
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Ayyyyyyyyyyy, qué buenos los 3 caps. Lástima que mañana termina.
ResponderEliminarAy! No!!! Me imaginaba que esta vez no iba a poder safar... se le fue la mano a Pedro! Qué va a pasar??? Muy buenos capítulos!
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